Charlado con él y su hijo Leonardo Giardini, de fútbol infantil y del club Relámpago en su querido Pontevedra.
Osvaldo: Hace casi treinta años que estoy con los chicos, dejé de jugar para estar con ellos.
Leonardo: Desde muy chico lo acompañé en sus partidos, por lo general era con sus compañeros de trabajo y me daba cuenta de lo que era! No lo vi jugar en su plenitud, pero siempre escuché a muchos comentar sobre lo bueno que era como futbolista.
Osvaldo: (Sonríe)
Cuando Leo iba a jugar yo lo acompañaba y veía que no tenían quien los entrenara, Pajarito los dirigía del almacén ¿te acordás leo?
Leonardo: Les mandaba indicaciones con el muchacho que trabajaba con él, a popó, popito tenía 16 años. Pajarito le ponía sobrenombre a todos (Sonríe).
Osvaldo: Se escuchaba “Eh!!! ¿De qué juego yo Pajarito?” y del almacén les respondía “de nueveeee” (Sonríe). Lo escuchaba, lo veía y ahí dije no puede ser, así que agarré la categoría más grande.
Leonardo: yo estaba ese día, vos habías estacionado el 128 justo donde está el colegio ahora, frente a la comisaría y mirabas, recién se estaba construyendo ese colegio. Me acuerdo que estaba Pajarito y le dice a los chicos “ustedes no tienen técnico y ahí está el Zurdo”, vos estabas en el auto “vayan a convencerlo de que sea su técnico” y ahí fueron todos los guachos de la categoría grande y le fueron a hablar. Yo veía como estos chicos más grandes que yo, lo seguían, bromeaban con él y a la vez lo respetaban.
Osvaldo: Eran equipos barriales.
Leonardo: Yo jugaba para los Pajaritos, me acuerdo que al principio jugábamos con la camiseta de San Lorenzo, pero no la de bastones, sino una suplente que tenían en esa época. Era blanca con tres tiras, azul, roja y azul, tenía como una V. Es más! Alemania, en este último mundial usa una camiseta retro del mundial 90’ igual. Después trajo Pajarito unas camisetas azules con un cuellito blanco y unos pantalones que en ese momento se usaban mucho, también azules.
Me acuerdo que un día vino mi mamá, que le había preguntado Pajarito si yo quería jugar y fui. En ese momento dijo “tenemos que elegir el nombre” me mostró algunos, pero si, sólo eran equipos barriales. Estaban Los cachorros, Los diablos, Futuro, Escuela cuatro…
Osvaldo: El mate, El monte, Santa Julia… eran ocho equipos.
Yo les decía a los chicos “ustedes tienen que entrenar, no pueden venir el domingo solamente a competir”. Un día los fui a ver y ocho se comieron.
Leonardo: Es que era mucha diferencia!, éramos muy chicos en comparación con los otros equipos .
Osvaldo: tampoco entrenaban.
Yo calculaba para que jueguen todos, se te ponían al lado y decían “¿cuando entro?, ¿cuando entro?, ¿cuando entro?”. Yo tenía buenos jugadores.
Leonardo: Me acuerdo que habían tres categorías, salían de jugar ellos y nos pasaban las camisetas todas mojadas, transpiradas (Sonríe). Después Pajarito consiguió unas de Fox, una marca de fiambre, blancas y cuellitos rojos, eran re calurosas!
Osvaldo: Después hicimos rifas y compramos camisetas nuevas, eran las de Yugoslavia. Yo había hecho un equipo terrible!, buenos jugadores, al que hablaba mucho lo castigaba “anda a dar una vuelta a la manzana” y aprendían!
Tampoco me gustaba cuando los padres se metían “como padre no te podés venir a meter en el entrenamiento, no le podés decir nada al pibe, vos miralo, observalo al chico y en tu casa le decís lo que quieras, pero delante mío no quiero que le digas nada”. El chico no se tiene que sentir cohibido en la cancha tiene que tener Libertad, si el padre se mete le hace un mal a chico.
Ya en Relámpago había mucha gente buena! Los muchachos, las madres, tantos… teníamos a Jorge Roh, al uruguayo que dirigía el grupo de Leo.
Leonardo: Galeano! la verdad me saco el sombrero.
Osvaldo: Los hacía entrenar y después les daba un machete a cada uno y los mandaba a cortar los cardos del fondo “quedan feos ahí” decía.
Leonardo: (Sonríe) una vez tuvimos que tirar un árbol que nos pinchaba las pelotas, un día me caí en esos pinches y me quedó las manos lastimadas, después se hizo la pared ahí. Pero aprendimos a cuidar nuestro club, a trabajar en equipo.
Osvaldo: Bueno ese paredón se cayó y lo hicimos mal, el agrimensor era Galeano (Sonríe). Miraba el pilar de la luz del terreno de otro lado de la calle, en el medio estaba nuestra cancha de 11, estábamos a 200m, nos decía “acá es Zurdo, acá derecho!, un poquito más allá”, él quería hacer la medianera tomando como referencia ese pilar. Cuando los vecinos llevaron un agrimensor para demarcar bien el terreno nos dimos cuenta que la edificación nos quedó mal.
La manzana de la edificación nos dona el dueño, familia Canclini. Era una quinta, una esparraguera, ellos nos habían prestado el lugar para hacer la cancha. Cuando se muere el papá de los dos hermanos Héctor Canclini y Osvaldo Canclini nos dicen “che, ¿a ustedes les interesa el terreno? Estuvimos hablando y les queremos donar la manzana para el club, no vamos a hacer nada ahí y ustedes son una institución”.
La otra manzana se la pedimos al municipio, vieron que la cuidábamos, que la mantuvimos tantos años… nos dieron la tenencia por tiempo indefinido, así dice el papel sellado por el consejo deliberante. Son las dos manzanas donde está la cancha de once.
Tenemos reconocimiento municipal.
Todo lo que se construyó fue a pulmón entre todos, muchas rifas. Galeano era muy emprendedor.
Siempre hubo actividad, hubo hockey de chicas, voley y handball.
Leonardo: Galeano era el técnico de las dos categorías más grandes y en un momento necesitaban técnicos, así que él propuso que fuéramos Matías Roh y yo. Chiche siguió un tiempo y después nos hicimos cargo nosotros, ya que era nuestro último tiempo de jugadores.
Osvaldo: Es que tenían un buen conocimiento de lo que era el fútbol, se hacían respetar, andaban bien!
El club siempre tuvo buenos resultados, si no lograban el objetivo era porque faltaba trabajo, no era porque eran menos capaces. Cuando los trabajabas, te ganaban partidos.
La emoción de esos chicos cuando ganaban un partido!
Nosotros teníamos un permiso de los padres para participar y el municipio les hacía a revisación médica.
Hay una evolución en los chicos, primero hay que armar un grupo, que sean compañeros, después armás el equipo, si se peleaban no les dabas la posibilidad de jugar el domingo.
Hubieron jugadores que siguieron, se me viene a la mente Matías Quagliata, tengo un recorte de diario, estaba en independiente.
Un día estaba en un velorio y viene un muchacho con la señora y un bebé en brazos, jovencitos. Me dice “Hola profe!!!” no lo conocía, “¿No se acuerda de mí? soy fulano” y le dice a la señora “él era mi profe”. Han pasado tantos chicos que es muy difícil reconocer a todos.
Leonardo: Cuando entré a Relámpago, fui derecho a un partido no fui a entrenar y me dijeron “vos vas a arrancar en el banco, porque es así, el que no va a entrenar no juega de entrada”. “Sí, no hay problema”, le dije, así que me senté ahí un rato, mirando y después me tocó entrar. Así aprendés normas y lo mismo hice cuando fui entrenador.
Hablando de Matías Quagliata, fui su entrenador en Relámpago y todos me decían que lo ponga a jugar de entrada, pero yo tenía que respetar a los demás chicos que venían a entrenar en la semana, así lo había aprendido. Él entrenaba mucho más en Independiente, jugaba mucho más y yo sentía que tenía que ser parejo con los demás, igual siempre lo ponía en el entretiempo.
Osvaldo: No es porque sea mi hijo, pero Leo demostró que siendo perseverante, poniendo buena intención al trabajo y haciendo bien las cosas pudo ser titular. Se ganó el puesto por su perseverancia, por su esfuerzo personal. Yo lo veía, si los otros daban diez vueltas, él daba una vuelta más. Se sobre exigía y eso me llenaba de orgullo.
Leonardo: Yo fui interesándome más en el deporte por él, cuando tendría ocho años, ya estaba enseñándome tácticas. Me enseñó a pegarle a la pelota y siempre vimos juntos los partidos de Fútbol por la televisión, ya que se resistía a llevarme a una cancha de primera. Por mucho tiempo no supe por qué, pero cuando uno crece, cada vez comprende mejor y acepta las decisiones de las personas y los peligros.
Comenzó a acompañarme mi mamá, a veces con mi abuela, pero desde el primer día sin avisarme, él estaba ahí siempre.
Su capacidad y honestidad hicieron que sea elegido Presidente de la Liga de Fútbol local y de Relámpago por muchos años. Todos valoraban mucho sus opiniones y decisiones. Pude ver también cómo, alguno que otro, con malas intenciones y poco contenido argumental e intelectual, intentó desestabilizarlo. Pero él continuó por los chicos, porque lo bueno que hizo, sus logros y su legado, van más allá de lo deportivo.
Uno sabe cuáles fueron los pasos que dio para llegar al hoy, el fin que persigue, no hay dudas al analizar lo que significa como persona, y lo que pude y puedo percibir de nuestra relación padre-hijo.
Nunca lo dije, pero me recuerda mucho a Sara, mi Abuela materna, quien no está físicamente con nosotros, pero que está con los que la recordamos. Si tuviera que describir a mi papá, tal como si fuera un personaje enciclopédico, diría:
Hombre de gran corazón, generoso y desinteresado, alegre y cabrón. Orgulloso de sus hijos, siempre dispuesto a apoyar y a ayudar, pero sobre todo a inculcar, sin decirlo, la libertad de decidir en la vida, siempre!
Me tomé el tiempo necesario para no sólo leer la nota; si no analizar cada una de las palabras que formaron parte de este hermoso diálogo de padre e hijo. En esta familia se respira fútbol y mucha pasión. Realmente admiro a los dos y doy gracias a Dios poder compartir vivencias juntos; Zurdo y Leo gracias por el lindo aporte que juntos trajeron al recuerdo imborrable de los tiempos más maravillosos que es jugar a este bendito deporte llamado fútbol.
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